Resonó el vocerío
de las gentes al gritar:
"¡Queremos pan!"
Y pan no hubo en el invierno.
Y las muertes silenciosas
de los padres y los hijos
repoblaron la colina
en forma de cementerio.
En la noche de frío traicionero
se encendían las antorchas
de los caídos,
y en las calles los caballos
(flacos y dolientes)
aguardaban a sus amos
quizá por última vez.
Más fuego había para los muertos
que para los vivos;
mientras, el gélido viento
acariciaba las finas paredes
y susurraba el tormento
de su infinita victoria.
Se escuchó la voz de un niño,
rota, a lo lejos:
"¡Queremos pan!"
Y pan no hubo en el invierno.
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