domingo, 12 de mayo de 2013

Paseaba por campos de fertilidad eterna


Paseaba por campos de fertilidad eterna,
distraído, sólo aliviando algunas penas,
discutiendo conmigo dónde dejarme caer.
No me importaría que nadie me recogiera,
es costumbre mía, es mi virtud la de perder,
es mi defecto no tener nunca lo que más quiero.

Y mientras camino lentamente sólo me quejo…
miro de abajo hacia arriba, me encuentro con el cielo,
se cae a trozos, por momentos, pero lo ignoro.
Ignoro que tengo en mis manos el firmamento,
ignoro los recuerdos que no existen cuando lloro,
ignoro lo posible y me aferro a lo imposible.

Me escondo en la sombra pero quiero que me miren,
estoy quieto aquí, observando el silencio de un crimen
cometido por nadie, apoyado por todos.
Me declaro culpable del dolor de un alma triste,
confieso mi delito: lo cierto es que estoy loco,
y me embriagan las caricias soñadas al eclipse.

Sufre el pedregal el batacazo de mi espalda,
cuando añoro mi inocencia, mi conciencia se resbala,
cuando sueño con amores de mil días me reprimo.
En el confín del ocaso perderé mi esperanza,
y al preludio de la luz, viva, volverá conmigo,
volverá a germinar la ilusión para ser arrancada.